lunes, 18 de noviembre de 2013

“EL JARDÍN DE BRONCE ” de Gustavo Malajovich          
por: Domingo Nofuentes Hernández

Personalmente, siempre he valorado como una  de las razones más  inestimables que otorga  el formar parte de un CLUB DE LECTURA,  el que a menudo caigan  en mis manos obras que de otro modo, ni por los mas sinuosos mecanismos del azar, podría  leer de motu proprio; bien porque el argumento a priori  no me resulta atractivo, bien porque nunca he oído hablar del autor, o bien porque simplemente ignoro  su existencia. Últimamente, a la hora de afrontar  la lectura un libro, cada vez me ocurre con mayor frecuencia que me dejo engatusar por  mis autores de cabecera o me remito a las opiniones de  amigos cuyo criterio tengo en bastante estima. Ya sé  que esta es una forma bastante  parca y  evidente de no errar el tiro, pero es que hay tantos libros buenos y tan poco tiempo para leerlos… Así que, como digo, cuando en el CLUB  se sugiere la lectura de un libro que me  es totalmente desconocido,  y al sumergirme  en sus páginas descubro que es una obra  absolutamente excepcional, la satisfacción  es indescriptible.
Y ni más ni menos, eso es  lo que me ha ocurrido con “EL JARDIN DE BRONCE” , de Gustavo Malajovich, la novela que se propuso para comentar en el CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública y para lo que nos reunimos el pasado miércoles . La idea partió de uno  de los miembros  (y es que Manolo Cantera nunca defrauda…), así que  cuando me hicieron llegar el libro, he de decir que  la única información que tenía del autor y de la obra era la que la editorial suele imprimir en la sobrecubierta .  Ahí  se nos anticipa  una sucinta biografía del autor, Gustavo Malajovich,  refiriendo que  es un escritor argentino, nacido en 1963, arquitecto de profesión, que en el año 2002 formó parte del equipo de guionistas de la serie de televisión “Los Simuladores”, todo un hito y una referencia en la ficción televisiva argentina. A partir de ese momento, y  según la  reseña, se volcó con su trabajo como guionista y  escritor, siendo esta obra su primera incursión en la novela.
El libro comienza con las primeras páginas de un sombrío diario que, escrito en primera persona, va dando saltos temporales y se irá intercalando con la historia que el narrador omnisciente nos presenta, entrelazándose ambas al final magistralmente, desvelando los enigmas de la novela,  que solo entonces cobran sentido ante nuestros ojos.
El narrador nos introduce en la vida de un matrimonio inmerso en una crisis que ninguno de los dos quiere afrontar. Para Fabián Danubio, arquitecto, y su esposa Lila, una enigmática mujer cercada por sus continuas depresiones, su única satisfacción es su hija Moira, de cuatro años. Pero su vida se quiebra dramática y definitivamente cuando la pequeña desaparece camino de un cumpleaños junto a su niñera. A partir de ese instante, es cuando la historia adquiere toda su fuerza. El protagonista atravesado por el dolor de la pérdida verá cómo ante sus ojos se va derrumbando todo  su  mundo. Pero cuando está decidiendo darse por vencido, debido en parte  a que pasan los meses sin que se sepa nada y sin que la policía llegue a ninguna conclusión, aparece en su vida el detective Cesar Doberti, un peculiar investigador privado que hará que el propio Fabián emprenda la ardua tarea de desenmarañar una historia que empezó mucho antes de que naciera Moira ( y hasta ahí puedo leer… )
La novela se divide formalmente en cinco partes, en un analogismo buscado con las cinco etapas por las que atraviesa el protagonista y que tienen como eje central las tres fases del duelo: negación, ira y aceptación.
 El Jardín de Bronce , a pesar de ser un compendio de prosa elegante y perfecta (para eso ya tenemos a Vargas Llosa) ,es una novela repleta de giros inesperados, de tensión y suspense, y  que se lee con la excitación de una novela de aventuras. Es un relato intenso, que nos angustia y nos atrae a partes iguales, en el que el genial pulso del autor va desenredando ante nuestros ojos el nudo de la trama, con gesto firme de prestidigitador, poco a poco y con golpes narrativos genialmente orquestados, dosificando con paciencia de artesano el suspense, la tensión, consiguiendo que se encoja  por momentos el corazón del lector con la desgarradora historia que le toca en suerte a Fabián Danubio. La trama, además de sostener sobre sus hombros esa profunda carga dramática, está salpicada de episodios cómicos ( casi todos teniendo como protagonista al singular Doberti), y de explícitas críticas al mundo que nos rodea. Construye así Malajovich, al mismo tiempo, una historia laberíntica pero definida hasta el detalle, con descripciones minuciosas, con unos personajes secundarios sutilmente elaborados y a los que a menudo va desprendiendo de sus numerosas capas. De ese modo el autor va  conformando  el gran logro del relato  y donde reside gran parte de su  éxito: que en el propio desenlace de la historia, el lector adquiera  todos los detalles  que lo lleven a poder entrever las más profundas e íntimas motivaciones de cada uno de los personajes.
Pero no hay que llevarse a engaño, algo en lo que discutimos y en lo que más o menos estuvimos  los allí presentes  todos de acuerdo, fue en que si alguien se refiere a esta novela como una novela negra o policiaca, sin duda,  está confundiendo una parte con el todo. Es obvio que en los últimos tiempos se ha puesto de moda cierta novela criminal proveniente  de latitudes más frías, gracias a autores como Stieg Larsson o Camila Läckberg, pero las semejanzas de EL JARDIN DE BRONCE con éstas obras, a mi juicio, son las mismas que puede haber entre Suecia y Argentina. Si bien en  ocasiones la novela de Malajovich se conduce por los reconocibles territorios del auténtico género negro, lo que la hace una obra mucho más difícil de etiquetar,  es la forma en que el autor nos hace partícipes de la desesperación, la angustia, la impotencia y la locura que siente el protagonista al perder a una hija, y el modo en que  nos hace pasar por los ciclos emocionales que padece Fabián Danubio, pero al mismo tiempo,  trazando  una compleja y escurridiza telaraña que nos atrapa hasta el mismo final.
Y para muestra, un botón,  aquí traslado una  reflexión del protagonista:
 “Ahora sentía en carne propia lo que solo había podido imaginar lejanamente: cada desaparecido es el comienzo de un grito que ya no se detiene. La muerte es algo más liberador, es algo que tristemente da una respuesta. Pero alguien que desaparece es una pregunta interminable”
En definitiva, si algún lector  desea enfrascarse en  una novela en la que conforme uno va avanzando por sus  páginas, su lectura se vaya convirtiendo en  más y más adictiva ( yo personalmente, las últimas ciento cincuenta páginas las he tenido que hacer casi de corrido) , y desea dejarse llevar por un  suspense refinado y eficaz, EL JARDIN DE BRONCE, sin duda alguna,  va a colmar todas sus expectativas.


Ceuta, 07 de noviembre de 2013 - Domingo Nofuentes Hernández -