martes, 16 de diciembre de 2014

INTEMPERIE” de Jesus Carrasco
por: Domingo Nofuentes Hernández


Resulta imposible negar el hecho de que vivimos en una sociedad que se halla bajo el constante bombardeo de imágenes e informaciones de lo más banal ; hoy en día ya no eres nadie si no tienes cuenta de Twitter o Instagram, y mucho menos si no compartes tus últimas vacaciones vía Facebook. Pero a pesar de que tanta imagen y lluvia de caracteres se empeñen, día tras día, en obturar nuestra capacidad de observación, en ocasiones, solo hay que prestar atención a ciertos detalles para darse cuenta de que algo está realmente cambiando en el modo que tienen algunas personas de entender el mundo que nos rodea. De pronto, escuchas con asombro, la noticia de que un matrimonio con hijos ha abandonado su trabajo en la ciudad y se marcha a vivir a un pueblo perdido, ha emprender una nueva vida, trabajando con sus manos y alejados del estrés, ese demente tirano siempre obcecado en imponernos sus normas. Otros, en cambio, se embelesan con los beneficios de los productos ecológicos ( “gran hallazgo” que supone cultivar el género como lo hacían nuestros abuelos), o se empeñan en repoblar con huertos “urbanos” sus terrazas. Y es que de pronto, algunos parecen haberse dado cuenta de que existe un futuro en algunas de las cosas que se han dejado atrás.
Del mismo modo, en la Literatura de nuestro país, también empieza a asomar cierto neorruralismo; algunos incluso van más allá y pretenden ver en “Intemperie” (Seix Barral) de Jesus Carrasco, un destello de lo que en otra época hiciera Miguel Delibes en la novela. Cuando en el Club de Lectura de la Biblioteca Publica del Estado “Alfonso Suarez” se propuso esta obra, he de decir que despertó gran interés y curiosidad en la mayoría de nosotros, ya que no todos los días editores de trece países se unen para sacar una obra simultáneamente, como ha ocurrido en el caso de “Intemperie”. Además, si viene precedida del halo que imprime haber sido elegida por el Gremio de Libreros de Madrid como la mejor obra de 2013, comprenderán entonces que la expectativa no resulte baladí.
Se trata, sin embargo, de la primera novela de Jesús Carrasco (Olivenza, Badajoz, 1972), un redactor publicitario que actualmente vive en Sevilla y que compagina su labor profesional con la escritura. Él mismo ha reconocido en alguna entrevista ser deudor de autores norteamericanos como Cormac McCarthy, Carver, Richard Ford o John Updike.
La historia de “Intemperie”, a priori, parece de lo más simple. Nada más destapar su página inicial hallamos ante nosotros a un niño que ha huido de su casa y que aguarda, semienterrado en su escondrijo, a que se dejen de escuchar los gritos de los hombres que lo buscan; una partida compuesta por el alguacil, el maestro y otros hombres de la aldea. A partir de ahí somos los privilegiados testigos de su obstinado afán por no ser descubierto y atravesar la llanura árida e infinita que se despliega ante él, para alejarse así definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, en mitad de aquella nada inhóspita, su senda se viene a cruzar con la un cabrero, un pastor viejo y solitario que lo acoge durante unos días. A partir de ahí ya nada será igual para ninguno de los dos. Emprenden de esa manera ambos una lucha por subsistir, mientras el alguacil estrecha sobre ellos su cerco de violencia.
Un detalle importante a señalar es que el autor extremeño declina desde el principio de la novela a situar la acción en el tiempo y en el espacio, prescindiendo deliberadamente de referencias toponímicas y temporales (aunque por el contexto podemos encajar la trama en los años 20 y 30 del pasado siglo), con lo que consigue abundar en el dibujo de ese paisaje inmisericorde y árido que plantea como decorado de la obra , rematado con un lenguaje austero, maduro y sembrado de términos propios de la vida rural y el pastoreo ( lo que puede obligar en más de una ocasión a echar mano del diccionario). Quizás, ese aspecto sea los que inevitablemente nos lleva a evocar en esta obra ecos de Delibes.
Es por encima de todo un relato áspero, duro en ocasiones, con frases a menudo de una terca frugalidad, cortas, precisas y articuladas para sugerir más que para ser explícitas. No se prodiga demasiado en largas descripciones, pero cuando recurre a ellas lo hace de un modo sutil, penetrante y certero. Sobrevuela, constantemente a lo largo de la novela, la sombra de una profunda incertidumbre, que emana desasosiego y violencia, y que va forzando al lector a que continúe leyendo, para poder de ese modo hallar todas las respuestas a los interrogantes que se le van planteando.
Como suele ocurrir cada vez que nos reunimos los miembros del Club, cuando cada uno de nosotros desliza el libro por el tamiz de su propia experiencia y su imaginación, se convierte en una historia única ( ahí es donde reside el verdadero patrimonio del Club de Lectura, como ya he recalcado en alguna ocasión), por lo que mientras para unos “Intemperie” resultó ser una obra incómoda, triste y hasta en ocasiones desagradable de leer, para otros significó un grato descubrimiento, una obra dotada de una extraña y hosca belleza, donde subyace un mensaje positivo a pesar de todo. Lo que para unos resultó ser una agria estampa de la dura vida rural, para otros consistió en un relato cargado de simbolismos y que se da a muchas interpretaciones, con unos personajes que son el trasunto de la dignidad, la bondad o la maldad extrema, y donde la inclemente naturaleza y la soledad también son claros protagonistas de la historia.
En definitiva, “Intemperie” es de esa clase de literatura intensa que no deja impasible al lector, y que reúne todas las características para que, quizás dentro de pocos años, cuando nos refiramos a él ya estemos hablando de un clásico.









Domingo Nofuentes Hernández, Ceuta 10/12/2014 

lunes, 1 de diciembre de 2014

“HEBRAS DE UNA HOGUERA” de Maria Jesus Fuentes Por: Domingo Nofuentes Hernández

El pasado día 25 de noviembre, como es sabido, se celebró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, lo que entre otras cosas, dio origen a multitud de manifestaciones y concentraciones en diferentes ciudades del planeta. Afortunadamente, con los tiempos algo hemos avanzado y ya no es un delito que permanezca invisible, como lo ha sido durante siglos; al fin se ha logrado que al menos se produzca un unánime rechazo colectivo hacia tan infame conducta. Sin embargo, en gran medida, sigue estando oculto, soterrado, al abrigo de arcaicos convencionalismos y prejuicios sociales, y más aun si nos adentramos en determinados ámbitos étnicos o culturales.
Continua siendo, por tanto, indispensable que la sociedad persista y siga movilizándose, comprometiéndose en la lucha contra esta inmensa crueldad que sólo causa dolor, miedo y muerte en las familias que lo sufren. Y como individuos, hemos de hacer otro tanto y ser conscientes de que nuestra obligación moral solo pasa por el inexcusable deber de aportar cada uno su grano de arena, para de ese modo, ir fijando un peldaño más en el camino hacia la concienciación, y avanzar sin concesiones en la definitiva erradicación de esta lacra.
Con ese impulso, los miembros del CLUB DE LECTURA de la BIBLIOTECA PUBLICA DEL ESTADO “ADOLFO SUAREZ”, nos reunimos como suele, pero en esta ocasión para comentar el libro de nuestra admirada y querida escritora ceutí María Jesús Fuentes, “Hebras de una hoguera” (Ed. Cuadernos del Laberinto), en el que trata sin ambages el tema de la violencia de género. Tuvimos además la oportunidad de contar con la inestimable presencia de la autora, que nos ofreció su punto de vista y nos ayudó a desgranar el contenido de su obra.
En “Hebras de una hoguera”, la autora logra meterse con maestría y franqueza en la piel de una mujer que empieza a padecer el maltrato por parte de su pareja, y como desgraciadamente aun suele ocurrir, ha de hacer frente, no solo a sus propios temores y aflicciones, sino también a la incomprensión de sus familiares y amigas. El título, según nos confesó María Jesús Fuentes, se debe a una frase de Virginia Wolf, una de sus escritoras favoritas, que en su libro “Las Olas” compara un amanecer con las hebras de una hoguera (“ las hebras de una hoguera se fundieron en un resplandor”), estableciendo así un simbolismo muy eficaz con el despertar hacia el que evoluciona la protagonista.
Tras el primoroso Prefacio, a cargo del poeta Jorge de Arco, y nada más empezar su lectura, nos damos de bruces con el primer verso, una frase impregnada de tanta verdad que resulta toda una declaración de intenciones; “Nunca pensé que me pasaría a mí”, asume la protagonista, haciendo suyo un pensamiento que a buen seguro han tenido en alguna ocasión la mayoría de las víctimas, y dejando entrever que esta violencia ejercida sobre la mujer no entiende de clases sociales.
Emplea la autora un método novedoso y certero para asomarnos a la piel de la protagonista; el poemario esta escrito en primera persona, entrelazando poemas con textos en prosa, en estrecha relación con sus diferentes estados de ánimo, y adoptando la forma de un diario, lo que favorece el tono íntimo, sincero y conmovedor que predomina en la obra. Va urdiendo así, página a página, un hilo conductor que lleva al lector de la mano por las distintas etapas que sufre en sus propias carnes nuestra heroina; atisbamos a través de sus ojos, con un realismo sincero y crudo en ocasiones, ese círculo vicioso y trágico de agresiones psicológicas y verbales que invariablemente anteceden al inicio de la violencia física, advirtiendo al mismo tiempo las estrategias de las que se sirve la mujer para eludir y minimizar los daños, un coctel tóxico que va ingiriendo poco a poco y en que se mezclan la incredulidad, la sorpresa inicial, la duda, la culpabilidad y el miedo.
En ese diario, en el transcurso de los once meses en que acompañamos por su tortuosa montaña rusa particular a la protagonista, la tensión va en aumento , alternándose las fases de violencia atroz con las de culpa y remordimiento, pasando por la más árida resignación, hasta que comenzamos a atisbar leves destellos de esperanza que convergen al fin en la única decisión posible; desterrar el miedo, luchar, sobreponerse y huir.
Utiliza, asimismo la autora, con la precisión propia de un cirujano, un verso tenso, honesto y valiente, armado con un vocabulario cercano, a menudo trufado de coloquialismos ([…]me hizo sentir como una colilla a la que pisotear”), y donde palabras como “alimaña”, “soledad”, “telaraña” y “futuro incierto”, cobran un significado propio.
En los últimos versos podemos ser testigos de cómo la protagonista, finalmente y para alivio del lector, logra librarse de su pesada mochila de dolor y miedo, ese “lastre innecesario” que la somete, y emprende su marcha con un “bolso mágico” repleto de anhelos y esperanza, intuyendo de una vez por todas que sin libertad no hay destino.

Decidida, orgullosa/ saboreando el horizonte/ dispuesta/ a luchar/ que vida tengo/ para que vivamos.”

Como la misma editorial reseña, esta obra “quiere y puede ser mucho más: un punto de apoyo para quienes se ahogan en el sentimiento culpabilidad inculcado por la comodidad ajena; un respaldo afectuoso para quienes han perdido la fe en sí y una palmada alentadora que denote que se puede romper con todo y salir adelante, además de un reconocimiento a quienes, en el anonimato, dedican, altruistamente, su tiempo a ayudar y a encontrar soluciones”.

Es , por encima de todo, un libro que invita a reflexionar, a sentir, que transita por multitud de cuestiones (¿el arrepentimiento del maltratador es sincero o solo se trata de una pose, una argucia para continuar en su bárbaro empeño y aumentar sus coacciones? …), indagando en los cánones socialmente establecidos, como el propio concepto del amor, y haciéndonos caer en la cuenta de que los auténticos enemigos de la mujer no son los hombres, sino la desigualdad y el machismo.

Pero como en cualquier pandemia, una vez se ha detectado el virus, ¿a qué esperamos para empezar a vacunar a toda la población?.





Ceuta, 28 de noviembre de 2014




lunes, 15 de septiembre de 2014

En esta colaboración, publicamos unos poemas de D.Antonio Ramírez Rodríguez, esperamos que les gusten y disfruten con su lectura:





jueves, 5 de junio de 2014

“DEMASIADA   FELICIDAD” de  Alice Munro
por: Domingo Nofuentes Hernández

Nadie está libre del influjo de los prejuicios. El prejuicio es abordable desde muchos ángulos y sostenido por innumerables impulsores, ya sean propios o extraños, pero principalmente habita abonado por el desconocimiento que tenemos de la gran mayoría de las cosas. Y con la literatura no iba a ocurrir de un modo diferente. A menudo,  juzgamos anticipadamente  una obra o una temática concreta, y con la osadía de siquiera haber detenido la vista sobre ella. En cierta medida, eso es lo que  le ocurre a los libros de relatos;  aun hoy día ,  para muchos lectores,  el relato sigue siendo  considerado  un género menor. A mi entender, eso supone un desatino tan grande como sería  asegurar que un dibujante, un serigrafista o un escultor son  menos artistas plásticos que uno  que pinta al óleo. Sin embargo, en el imaginario colectivo aun predomina la idea de que un escritor de relatos es menos “escritor”  que otro que compone novelas     ( a menos que tengas la suerte de apellidarte Borges o Bioy Casares…).
Muy al contrario, para exponerlo  de un modo  más gráfico y parafraseando a Cortázar  ( que según tengo entendido, de esto creo que sabía un rato) , cabría decir que el relato se podría comparar con la fotografía  en tanto  la novela podría hacerlo con el film; mientras el relato implica una sola secuencia, la novela entraña a una sucesión de ellas, repleta de  planos generales, travelling o  planos detalle.
Un paradigma perfecto de la fuerza, el ímpetu y  esmero  que entraña el relato como género, es el libro que para este mes de mayo se propuso en el CLUB DE LECTURA  de la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta. “DEMASIADA FELICIDAD” (Ed. Lumen) de la autora canadiense Alice Munro, es un libro que está compuesto por  diez relatos y  comienza con la brutal historia de una mujer y su particular descenso  a los infiernos. Los demás relatos, sin desmerecer en intensidad, por el contrario,  le siguen a la zaga al primero, articulándose entre ellos  y conformando una pieza áspera y rotunda, en la  que nos ofrece algunas realidades incómodas  que nos  dejan  un poso con cierto regusto  amargo al terminar. Sus relatos son intensos e incisivos y funcionan como  engranajes precisos, atrayendo y atrapando con parsimonia  al lector en su telaraña. Son  relatos que encierran otros relatos, o como expresó con tino Antonio Muñoz Molina,   “ novelas enteras […]”.
Alice Munro (Ontario, 10 de julio de 1931) , es autora de libros de relatos  y de una sola novela,  y simplemente  asomándonos a su biografía, su mérito resulta aún mayor.  Según ella misma ha contado, fue una niña rebelde y de joven soñaba con ser escritora. Pero le ocurrió lo que a tantas mujeres de su generación; se casó y dejó sus estudios universitarios para dedicarse a atender a su familia. Sin embargo, “el veneno” de la ficción no se le diluyó en el tedio infinito de sus quehaceres domésticos, y continuó escribiendo aprovechando los exiguos ratos que podía hurtar al cuidado de sus hijas. A los treinta años escribía cuentos y relatos que vendía a la radio pública canadiense.  Quizás de esa necesidad hizo virtud y fue así como  comenzó a madurar una estructura y un estilo por el que ha sido alabada y  mundialmente reconocida .No en vano, la escritora canadiense ha sido constantemente reivindicada  por coetáneos suyos como Richard Ford o Jonathan Franzen. Ese reconocimiento llegó a su punto más álgido  cuando en el año  2013 la academia sueca decidió premiar su universo literario con el Premio Nobel de Literatura.
Para la inmensa mayoría de los miembros del CLUB DE LECTURA “Demasiada Felicidad” ha resultado todo un descubrimiento, uno de esos libros que te abre el apetito y te impulsa a buscar otras  obras de la autora. Tanto el título como la portada (una bucólica  imagen del rostro de una joven a la que un pajarillo le sostiene los hilos del tocado), puede resultar engañosa, al igual que lo resulta la aparente sencillez de su prosa. Se trata solo de eso, de un premeditado ardid,  con el que la autora  va envolviendo al lector, implicándolo e invitándolo de forma sibilina a que entre en el juego que cada relato propone.
 Sus relatos breves  componen un elogio permanente a la complejidad en miniatura, donde su virtuosismo de la elipsis (continuamente nos va entregando con tacañería la información)  y su genialidad construyendo historias, la convierten en un verdadero prodigio literario. Con su excelente estilo, que  en ocasiones ha evocado en alguno de nosotros las maneras del mismísimo  Hemingway, es capaz de hacer ver al lector todo un extenso muestrario de pasiones y pequeñas derrotas, en definitiva, nos hace atisbar los entresijos del corazón humano.
Y quizás una de las claves de su éxito resida en que  sus personajes (la gran mayoría de ellos femeninos) son gente normal, cotidianos e incluso vulgares,  a pesar de lo cual,  están  perfectamente dibujados y despliegan una hondura psicológica que hace que el lector empatice  irremediablemente con ellos, forzándonos a ser testigos de sus fracasos, de sus secretos latentes y de las tragedias silenciadas que también  cualquiera de nosotros puede llevar dentro (posiblemente siempre  el mayor dolor sea el que se calla).
Es tal su maestría que incluso Javier Marías ha llegado a afirmar de ella que está al nivel de los grandes virtuosos  del relato corto, como  Chejov, Maupassant  y Borges.
Ya para  terminar,  a todos aquellos que aun no sean capaces de  percibir la precisión que  exige escribir un buen cuento, que  sigan desmereciendo  a los libros de relatos y los vean solamente como un entretenimiento para  cuando van  en el metro o una ligera distracción que  llevar a la playa bajo el brazo,  solo permítanme decirles  algo que  me dijeron una vez y  que con los años  he convertido en un dogma de fe:        “ Si  la novela es como un veneno lento,  el relato es como un navajazo”.






Domingo Nofuentes Hernández, Ceuta 28/05/2014