“DEMASIADA FELICIDAD” de Alice Munro
por: Domingo Nofuentes Hernández
Nadie está libre del influjo de los prejuicios. El prejuicio es abordable desde muchos ángulos y sostenido por innumerables impulsores, ya sean propios o extraños, pero principalmente habita abonado por el desconocimiento que tenemos de la gran mayoría de las cosas. Y con la literatura no iba a ocurrir de un modo diferente. A menudo, juzgamos anticipadamente una obra o una temática concreta, y con la osadía de siquiera haber detenido la vista sobre ella. En cierta medida, eso es lo que le ocurre a los libros de relatos; aun hoy día , para muchos lectores, el relato sigue siendo considerado un género menor. A mi entender, eso supone un desatino tan grande como sería asegurar que un dibujante, un serigrafista o un escultor son menos artistas plásticos que uno que pinta al óleo. Sin embargo, en el imaginario colectivo aun predomina la idea de que un escritor de relatos es menos “escritor” que otro que compone novelas ( a menos que tengas la suerte de apellidarte Borges o Bioy Casares…).
Muy al contrario, para exponerlo de un modo más gráfico y parafraseando a Cortázar ( que según tengo entendido, de esto creo que sabía un rato) , cabría decir que el relato se podría comparar con la fotografía en tanto la novela podría hacerlo con el film; mientras el relato implica una sola secuencia, la novela entraña a una sucesión de ellas, repleta de planos generales, travelling o planos detalle.
Un paradigma perfecto de la fuerza, el ímpetu y esmero que entraña el relato como género, es el libro que para este mes de mayo se propuso en el CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta. “DEMASIADA FELICIDAD” (Ed. Lumen) de la autora canadiense Alice Munro, es un libro que está compuesto por diez relatos y comienza con la brutal historia de una mujer y su particular descenso a los infiernos. Los demás relatos, sin desmerecer en intensidad, por el contrario, le siguen a la zaga al primero, articulándose entre ellos y conformando una pieza áspera y rotunda, en la que nos ofrece algunas realidades incómodas que nos dejan un poso con cierto regusto amargo al terminar. Sus relatos son intensos e incisivos y funcionan como engranajes precisos, atrayendo y atrapando con parsimonia al lector en su telaraña. Son relatos que encierran otros relatos, o como expresó con tino Antonio Muñoz Molina, “ novelas enteras […]”.
Alice Munro (Ontario, 10 de julio de 1931) , es autora de libros de relatos y de una sola novela, y simplemente asomándonos a su biografía, su mérito resulta aún mayor. Según ella misma ha contado, fue una niña rebelde y de joven soñaba con ser escritora. Pero le ocurrió lo que a tantas mujeres de su generación; se casó y dejó sus estudios universitarios para dedicarse a atender a su familia. Sin embargo, “el veneno” de la ficción no se le diluyó en el tedio infinito de sus quehaceres domésticos, y continuó escribiendo aprovechando los exiguos ratos que podía hurtar al cuidado de sus hijas. A los treinta años escribía cuentos y relatos que vendía a la radio pública canadiense. Quizás de esa necesidad hizo virtud y fue así como comenzó a madurar una estructura y un estilo por el que ha sido alabada y mundialmente reconocida .No en vano, la escritora canadiense ha sido constantemente reivindicada por coetáneos suyos como Richard Ford o Jonathan Franzen. Ese reconocimiento llegó a su punto más álgido cuando en el año 2013 la academia sueca decidió premiar su universo literario con el Premio Nobel de Literatura.
Para la inmensa mayoría de los miembros del CLUB DE LECTURA “Demasiada Felicidad” ha resultado todo un descubrimiento, uno de esos libros que te abre el apetito y te impulsa a buscar otras obras de la autora. Tanto el título como la portada (una bucólica imagen del rostro de una joven a la que un pajarillo le sostiene los hilos del tocado), puede resultar engañosa, al igual que lo resulta la aparente sencillez de su prosa. Se trata solo de eso, de un premeditado ardid, con el que la autora va envolviendo al lector, implicándolo e invitándolo de forma sibilina a que entre en el juego que cada relato propone.
Sus relatos breves componen un elogio permanente a la complejidad en miniatura, donde su virtuosismo de la elipsis (continuamente nos va entregando con tacañería la información) y su genialidad construyendo historias, la convierten en un verdadero prodigio literario. Con su excelente estilo, que en ocasiones ha evocado en alguno de nosotros las maneras del mismísimo Hemingway, es capaz de hacer ver al lector todo un extenso muestrario de pasiones y pequeñas derrotas, en definitiva, nos hace atisbar los entresijos del corazón humano.
Y quizás una de las claves de su éxito resida en que sus personajes (la gran mayoría de ellos femeninos) son gente normal, cotidianos e incluso vulgares, a pesar de lo cual, están perfectamente dibujados y despliegan una hondura psicológica que hace que el lector empatice irremediablemente con ellos, forzándonos a ser testigos de sus fracasos, de sus secretos latentes y de las tragedias silenciadas que también cualquiera de nosotros puede llevar dentro (posiblemente siempre el mayor dolor sea el que se calla).
Es tal su maestría que incluso Javier Marías ha llegado a afirmar de ella que está al nivel de los grandes virtuosos del relato corto, como Chejov, Maupassant y Borges.
Ya para terminar, a todos aquellos que aun no sean capaces de percibir la precisión que exige escribir un buen cuento, que sigan desmereciendo a los libros de relatos y los vean solamente como un entretenimiento para cuando van en el metro o una ligera distracción que llevar a la playa bajo el brazo, solo permítanme decirles algo que me dijeron una vez y que con los años he convertido en un dogma de fe: “ Si la novela es como un veneno lento, el relato es como un navajazo”.
Domingo Nofuentes Hernández, Ceuta 28/05/2014