“LA
SOMBRA DEL VIENTO” de Carlos Ruiz Zafón.
Por: Domingo Nofuentes
Hernández.
He
de confesar que como norma general, suelo evitar las relecturas,
excepto con contadas excepciones. Lo que sí se me ha hecho costumbre
es releer cada cierto tiempo algunas obras clásicas, o algunas otras
que yo considero fundamentales. Ya sé que a menudo releer una obra
te puede permitir descubrir otros matices que en su momento pudieron
pasar desapercibidos al lector, pero en otras muchas ocasiones,
volver a enfrentarse a una lectura que se leyó con entusiasmo a los
veinte años puede resultar decepcionante, bien porque con la edad
nos volvemos más resabiados, bien porque algunos textos no aguantan
decorosamente el paso del tiempo. Por dicha razón, principalmente,
es por la que prefiero guardar de algunos libros un buen recuerdo
difuso, como se guarda de ciertos amigos.
De
ahí que cuando se propuso en EL CLUB DE LECTURA de la Biblioteca
Pública del Estado “Adolfo Suarez”, abordar la lectura de “LA
SOMBRA DEL VIENTO” (Ed. Planeta, 2001) de Carlos Ruiz Zafón,
despertara en mí ciertos sentimientos contradictorios, ya que leí
la novela hace algunos años, coincidiendo con su publicación e
influenciado por la gran popularidad que adquirió entre los lectores
gracias al boca-oreja, y me dejó cierto regusto insulso.
Para
aquellos que desconozcan la obra solo mencionar que fue el primer
éxito de Juan Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 25 de septiembre de
1964)
, que ganó varios premios a nivel
mundial (Premio Fundación José Manuel Lara, Prix de Sait Emilion en
Francia, Gumshoe Award en Estados Unidos, Premio de los Lectores en
Holanda, …) y se convirtió al poco tiempo en uno de los libros más
vendidos y traducidos de todo el mundo. Fue el punto de partida de
una serie al que le seguirían otras tres novelas mas:
El
juego del ángel (2008), El
prisionero del cielo (2011)
y El
Laberinto de los Espíritus (2016)..
A
modo de somero resumen podemos referir que el relato está ambientado
en una lúgubre Barcelona de posguerra en la que nos topamos con un
muchacho, Daniel Sempere, el narrador-protagonista, huérfano de
madre y al que su padre conduce una mañana del año 1945 a un
misterioso lugar oculto en pleno corazón de la ciudad; el
cementerio de los libros olvidados. Allí Daniel encuentra un libro
que cambiará el rumbo de su vida, la obra titulada como “La sombra
del viento” y escrita por un escritor desconocido y enigmático
llamado Julián Carax. La novela y el autor pronto acaparan toda la
atención de Daniel, que se lanza a indagar sobre sus orígenes. Todo
ello lo conducirá a toparse con personajes sorprendentes,
extravagantes y perversos, entrando así en una espiral de
peripecias, intrigas y secretos que lo llevan a deshilar la historia
poco a poco a lo largo de sus más de quinientas páginas.
Como
suele ocurrir indefectiblemente entre los miembros del Club de
Lectura, en la reunión encontramos tantas opiniones y tan dispares
que avivaron desde el principio la conversación y el debate, eso sí,
argumentando convenientemente cada uno de nosotros nuestras
apreciaciones. Mientras que para algunos de nosotros no es sino una
novela del montón (entono el mea culpa),
con un estilo que a menudo se torna inverosímil e impostado, a los
que les parece inexplicable que haya tenido tanto éxito de ventas,
achacándolo sin duda a cuestiones “extraliterarias” y que muy
probablemente tienen más que ver con el marketing que con sus dotes
prosísticas, para otros, por el contrario, se trata de una magnifica
obra entroncada con la mejor novela decimonónica de ecos
costumbristas a la manera de Dickens o Galdós, repleta de poéticas
descripciones , de profundas reflexiones y de frases dignas de ser
subrayadas, que trata grandes temas como la amistad, el poder o el
amor.
En
lo que la mayoría sí nos mostramos de acuerdo, más allá del gusto
literario de cada cual, fue en que en cierto sentido se trata de una
novela de novelas, es decir, congrega en sus páginas multitud de
géneros y códigos narrativos diferentes, es, cogiendo prestadas las
palabras del propio narrador “[…] una de
esas muñecas rusas que contiene innumerables miniaturas en su
interior” (pag.19).
En
efecto, y a poco que nos asomemos a su lectura, podemos detectar
diferentes géneros que se entremezclan sin orden aparente, con
ecos de la novela policiaca, la novela filosófica, la tragedia
clásica, novela histórica, etc. El autor, a través de un eje
genérico vertebrador con tintes de novela folletinesca ( con
personajes maniqueos, lances exagerados, historias inverosímiles…)
, y gótica (ambientes tenebrosos y oscuros con elementos
sobrenaturales y personajes misteriosos) nos adentra en una
estructura laberíntica, que además está repleta de digresiones en
las que se agolpan multitud de recuerdos, reflexiones y anécdotas,
que nos conduce a través de la acción. Es, asimismo, una novela de
gran ritmo, entretenida, bastante bien escrita, y con una trama
urdida de forma inmejorable a través de una excelente técnica
literaria, que en ciertos pasajes nos hace evocar fórmulas
cinematográficas (debido, sin duda, a la labor de escritor de
guiones que ha estado desempeñando el autor durante tantos años en
Los Ángeles). Otro gran acierto de la novela se encuentra en sus
personajes secundarios, que son los que verdaderamente resultan más
interesantes al lector, y sobre todo el personaje de Fermín,
el atolondrado amigo de Daniel, vagabundo estrafalario y de buen
corazón que a pesar de ser el más disparatado y sobreactuado de
todos los personajes de la novela, es a través del cual salen a
relucir los pensamientos más profundos y las verdades más
universales ( y que nos recuerda en ocasiones vivamente al
protagonista de “El misterio de la Cripta Embrujada” de Eduardo
Mendoza). Pero quizás la clave para poder acercarnos a la técnica
narrativa de Carlos Ruiz Zafón y entenderla en su medida, nos la
brindó nuestro compañero Ilias, lector entusiasta de este autor,
al hacernos reparar en que Ruiz Zafón utiliza en las novelas de esta
tetralogía los mismos esquemas y el mismo canon empleado en sus
novelas juveniles, llenos de elementos quiméricos y fantásticos,
quizás con la velada pretensión de reenganchar a sus antiguos
lectores.
Hemos
de reconocer, pues, que se trata de una novela entretenida, cuya
principal virtud reside en que consigue arrastrar al lector con la
fluidez de su prosa y sus diálogos, y conducirlo a través de
numerosos misterios, oscuras historias de familia, amores trágicos,
venganzas y asesinatos, hacia un final en el que están abocados a
converger los protagonistas del relato. Es, pese a todo, una novela
de esas que merece la pena tomarla de la estantería y sentarse a
leerla (o releerla) sin prisas, con todo sosiego.