“LÁGRIMAS
EN LA LLUVIA” de Rosa Montero.
Por: Domingo Nofuentes
Hernández.
“La literatura es siempre una expedición a la
verdad”, escribió Kafka. Los aficionados a la lectura entendemos
que en gran medida leemos para intentar comprendernos a nosotros
mismos y al mundo que nos rodea, para conocer algo más acerca de
nuestras contradicciones, miserias y grandezas, de lo que nos hace
humanos. La literatura nos permite sumergirnos en un mundo
desconocido en el que explorar
escenarios y sentimientos a los que de otra forma no podríamos
asomarnos, e incluso trasladarnos
a mundos inimaginables sin tener que movernos siquiera del sillón.
Pero si la literatura desde La Odisea, ha tratado siempre de
describir el mundo tal y como es, solo un género se ha propuesto
representar el mundo como podría ser: la ciencia ficción. La
ciencia ficción abarca toda clase de relatos; aventura, comedia,
drama, misterio, terror, etc, pero su particularidad viene dada por
el hecho de que sitúa la acción en unas coordenadas
espacio-temporales imaginarias y diferentes a las nuestras. Así
todo, lo que sigue haciendo tan interesante a este género literario
es que continúa siendo capaz de crear escenarios que inspiren
debates filosóficos, sociales o científicos sobre la naturaleza del
hombre y de la sociedad, e insiste en plantearnos dudas, en
señalarnos peligros o en estimularnos a que indaguemos en busca de
respuestas.
Tal
es el caso de la novela que se propuso este mes para ser comentada en
el CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta.
“Lágrimas en la lluvia”
(Seix Barral, 2011), de la escritora madrileña Rosa Montero, es una
novela que podríamos alojar en la tradición del género negro o del
thriller policiaco, sino fuese porque su trama transcurre en el
Madrid del año 2109. La protagonista, Bruna Husky, es una detective
que se ve envuelta en un caso con tintes conspiratorios cuando
intenta esclarecer la autoría de unas muertes en extrañas
circunstancias. Pero no reside en esta trama criminal la verdadera
fuerza de la novela, sino en el paisaje de fondo que construye la
escritora, un mundo imaginario pero coherente y apasionante, donde
son cotidianos los viajes interplanetarios y la teleportación ,
donde hay unos androides orgánicos creados por los humanos (con
sentimientos iguales a los humanos pero con ciertas mejoras físicas)
a los que llaman replicantes,
en clara alusión a la película “Blade Runner” de Ridley Scott.
La detective Bruna Husky es una de esas replicantes o tecnohumanos ,
los cuales a pesar de que son creados cuando cuentan con unos
veinticinco años de edad y por tanto morfológicamente adultos,
sufren una especie de cáncer agónico que provoca su muerte pasados
diez años. A estos seres sintientes
(en la terminología de la novela) le son implantados recuerdos,
memorias artificiales, que en cierto modo sirve para estabilizarlos y
que tengan una personalidad más definida. A pesar de que legalmente
tienen los mismos derechos que los humanos, existe un latente
especismo del que
derivan continuamente problemas de convivencia avivados por el
supremacismo de algunos colectivos humanos.
Para
que el lector a su vez pueda contextualizar ese mundo futuro, la
autora utiliza el recurso de intercalar el trabajo de un Archivero,
amigo de Bruna, que se encarga de revisar ante nuestros ojos ciertos
episodios históricos, los cuales están siendo modificados
subrepticia e interesadamente por alguien desconocido con la
intención de manipular a las masas en contra de los replicantes.
A
pesar de que Rosa Montero nos sumerge en un futuro instalado en el
colapso ecológico (cada uno ha de pagar la calidad del aire que
respira…) , sumido en una crisis económica, donde el integrismo
religioso y las luchas de ideologías extremistas utilizan
continuamente el odio como arma de su oportunismo político, la
novela se nos revela como un relato de supervivencia, sobre la moral
y la ética individual, sobre el amor y la necesidad del otro. La
autora nos invita a la reflexión en distintos planos y sin pátinas
moralistas de por medio, desde temas más livianos como son algunas
preocupaciones contemporáneas insertadas en esa tramoya futurista
(las desigualdades sociales, la catástrofe medioambiental, etc),
hasta asuntos tan trascendentales como el miedo a la muerte o la
importancia de la memoria. Es a través de la protagonista, Bruna, y
de la angustia que le produce saber el tiempo que le queda por
vivir, de donde surgen las reflexiones más interesantes acerca de la
muerte y del miedo que produce, de la búsqueda de respuestas cuanto
ésta se aproxima, de cómo los replicantes viven enfrentados a su
final, mientras los humanos se las apañan para mirar a otro lado. Y
también de la naturaleza maleable de la memoria, ya que los
replicantes viven instalados en una ficción basada en unos recuerdos
implantados artificialmente por los memoristas
(si nuestra identidad se basa en nuestra memoria, ¿qué pasaría si
ésta cambiase?). Es también, al mismo tiempo, una novela política,
en su sentido más profundo, donde se reflexiona sobre el poder y sus
excesos, incluso sobre cómo la democracia se ha transmutado en un
sistema hipócrita, corrupto y desesperante.
Se
trata, en definitiva, de una magnifica novela narrada magistralmente,
bien construida y con algunos momentos entrañables, aunque como
suele ocurrir en las reuniones del CLUB DE LECTURA, las opiniones
fueron dispares al respecto. En esta ocasión a penas hubo término
medio, desde a los que nos sedujo y fascinó completamente, hasta a
los que les resultó indigesta su lectura. Y esto quizás se deba a
que la ciencia ficción es una propuesta que requiere generalmente un
salto conceptual, y a priori, una actitud de franca receptividad y
amplitud de miras por parte del lector, que debe encarar el esfuerzo
intelectual de comprensión y asimilación de los conceptos y
escenarios fantásticos que se nos muestran en la novela.
Ningún
género literario a lo largo del siglo XX y XXI ha influido
transversalmente tanto en el diseño, la arquitectura, la moda, la
ingeniería, la música y el cine como la ciencia ficción. Su fama
como vehiculo de entretenimiento a menudo no deja vislumbrar su
eficacia como prodigiosa herramienta para hablar de cosas de aquí y
ahora, pero de una manera que aterre menos, casi en clave de fábula,
como tradicionalmente ha ocurrido desde el Frankestein
de Mary Shelley (1818), pasando por los grandes maestros, como
pueden ser Julio Verne y H.G. Wells. Pese a que éste género ha
sido defendido por numerosos y prestigiosos expertos, y es muy
demandado en otros países, en España continúa siendo un género
confuso para el gran público, de escasa comercialidad y despreciado
por casi toda la crítica académica española. Como ocurre en
“Lágrimas en la lluvia”,
la ciencia ficción no habla del futuro, sino de la condición
humana, el gran tema de la literatura universal, junto con las
historias que tienen que ver con el poder, con el amor, con la
muerte…, las grandes cuestiones que nunca se agotarán, porque
siempre ha habido héroes y villanos, e historias que contar a
propósito de ellos.