“INTEMPERIE”
de Jesus Carrasco
por:
Domingo Nofuentes Hernández
Resulta imposible
negar el hecho de que vivimos en una sociedad que se halla bajo el
constante bombardeo de imágenes e informaciones de lo más banal ;
hoy en día ya no eres nadie si no tienes cuenta de Twitter o
Instagram, y mucho menos si no compartes tus últimas vacaciones
vía Facebook. Pero a pesar de que tanta imagen y lluvia de
caracteres se empeñen, día tras día, en obturar nuestra
capacidad de observación, en ocasiones, solo hay que prestar
atención a ciertos detalles para darse cuenta de que algo está
realmente cambiando en el modo que tienen algunas personas de
entender el mundo que nos rodea. De pronto, escuchas con asombro, la
noticia de que un matrimonio con hijos ha abandonado su trabajo en la
ciudad y se marcha a vivir a un pueblo perdido, ha emprender una
nueva vida, trabajando con sus manos y alejados del estrés, ese
demente tirano siempre obcecado en imponernos sus normas. Otros, en
cambio, se embelesan con los beneficios de los productos ecológicos
( “gran hallazgo” que supone cultivar el género como
lo hacían nuestros abuelos), o se empeñan en repoblar con huertos
“urbanos” sus terrazas. Y es que de pronto, algunos parecen
haberse dado cuenta de que existe un futuro en algunas de las cosas
que se han dejado atrás.
Del mismo modo, en
la Literatura de nuestro país, también empieza a asomar cierto
neorruralismo; algunos incluso van más allá y pretenden ver en
“Intemperie” (Seix Barral) de Jesus Carrasco, un destello de lo
que en otra época hiciera Miguel Delibes en la novela. Cuando en el
Club de Lectura de la Biblioteca Publica del Estado “Alfonso
Suarez” se propuso esta obra, he de decir que despertó gran
interés y curiosidad en la mayoría de nosotros, ya que no todos
los días editores de trece países se unen para sacar una obra
simultáneamente, como ha ocurrido en el caso de “Intemperie”.
Además, si viene precedida del halo que imprime haber sido elegida
por el Gremio de Libreros de Madrid como la mejor obra de 2013,
comprenderán entonces que la expectativa no resulte baladí.
Se
trata, sin embargo, de la primera novela de Jesús Carrasco
(Olivenza, Badajoz, 1972), un redactor publicitario que actualmente
vive en Sevilla y que compagina su labor profesional con la
escritura. Él mismo ha reconocido en alguna entrevista ser deudor
de autores norteamericanos como Cormac McCarthy, Carver, Richard Ford
o John Updike.
La historia de
“Intemperie”, a priori, parece de lo más simple. Nada más
destapar su página inicial hallamos ante nosotros a un niño que ha
huido de su casa y que aguarda, semienterrado en su escondrijo, a
que se dejen de escuchar los gritos de los hombres que lo buscan; una
partida compuesta por el alguacil, el maestro y otros hombres de la
aldea. A partir de ahí somos los privilegiados testigos de su
obstinado afán por no ser descubierto y atravesar la llanura árida
e infinita que se despliega ante él, para alejarse así
definitivamente de aquello que le ha hecho huir. Una noche, en mitad
de aquella nada inhóspita, su senda se viene a cruzar con la un
cabrero, un pastor viejo y solitario que lo acoge durante unos días.
A partir de ahí ya nada será igual para ninguno de los dos.
Emprenden de esa manera ambos una lucha por subsistir, mientras el
alguacil estrecha sobre ellos su cerco de violencia.
Un detalle
importante a señalar es que el autor extremeño declina desde el
principio de la novela a situar la acción en el tiempo y en el
espacio, prescindiendo deliberadamente de referencias toponímicas y
temporales (aunque por el contexto podemos encajar la trama en los
años 20 y 30 del pasado siglo), con lo que consigue abundar en el
dibujo de ese paisaje inmisericorde y árido que plantea como
decorado de la obra , rematado con un lenguaje austero, maduro y
sembrado de términos propios de la vida rural y el pastoreo ( lo que
puede obligar en más de una ocasión a echar mano del diccionario).
Quizás, ese aspecto sea los que inevitablemente nos lleva a evocar
en esta obra ecos de Delibes.
Es
por encima de todo un relato áspero, duro en ocasiones, con frases a
menudo de una terca frugalidad, cortas, precisas y articuladas para
sugerir más que para ser explícitas. No se prodiga demasiado en
largas descripciones, pero cuando recurre a ellas lo hace de un modo
sutil, penetrante y certero. Sobrevuela, constantemente a lo largo de
la novela, la sombra de una profunda incertidumbre, que emana
desasosiego y violencia, y que va forzando al lector a que continúe
leyendo, para poder de ese modo hallar todas las respuestas a los
interrogantes que se le van planteando.
Como suele ocurrir
cada vez que nos reunimos los miembros del Club, cuando cada uno de
nosotros desliza el libro por el tamiz de su propia experiencia y su
imaginación, se convierte en una historia única ( ahí es donde
reside el verdadero patrimonio del Club de Lectura, como ya he
recalcado en alguna ocasión), por lo que mientras para unos
“Intemperie” resultó ser una obra incómoda, triste y hasta en
ocasiones desagradable de leer, para otros significó un grato
descubrimiento, una obra dotada de una extraña y hosca belleza,
donde subyace un mensaje positivo a pesar de todo. Lo que para unos
resultó ser una agria estampa de la dura vida rural, para otros
consistió en un relato cargado de simbolismos y que se da a muchas
interpretaciones, con unos personajes que son el trasunto de la
dignidad, la bondad o la maldad extrema, y donde la inclemente
naturaleza y la soledad también son claros protagonistas de la
historia.
En definitiva,
“Intemperie” es de esa clase de literatura intensa que no deja
impasible al lector, y que reúne todas las características para
que, quizás dentro de pocos años, cuando nos refiramos a él ya
estemos hablando de un clásico.
Domingo
Nofuentes Hernández, Ceuta 10/12/2014