“TECHOS
REDENTORES” de Manuel Cantera
por:
Domingo Nofuentes Hernández
A aquellos a los que
nos seduce la idea de escribir, de narrar historias, siempre nos
surge la eterna pregunta de qué escribir; en ocasiones nos
devanamos los sesos cuestionándonos de dónde podemos sacar una
historia y unos personajes, o cómo hacer que estos resulten creíbles
y llenos de matices, sin caer en la cuenta de que para crear
personajes interesantes no hace falta ir a buscarlos muy lejos. La
inmensa mayoría de nosotros tiene a mano hermanos, tíos o
sobrinos, y los temas también están ahí. La experiencia de vivir
en una familia es universal; ya sea por la intensidad de los
sentimientos que se ponen en juego entre sus miembros o por la
extrema complejidad de las relaciones que en ella convergen y se
plantean, la familia sigue siendo uno de los grandes temas
literarios. La familia, como decía Groucho Marx, es una gran
institución, siempre y cuando te guste vivir en una institución
(aunque aquí conviene aclarar que institution
en inglés también viene a significar manicomio
).
Y es una familia, en
este caso ceutí, sobre la que orbita la última novela editada en
papel del escritor Manuel Cantera. En “Techos
Redentores”
(Ed. Alhulia), el autor perfila seis historias que confluyen en el
mismo drama familiar; seis hermanas que, sin ser radicalmente
distintas, gestionan de forma totalmente diferente sus propios
fantasmas interiores. Con el propósito de comentar esta obra es
para lo que nos reunimos los miembros del CLUB DE LECTURA de la
Biblioteca
Pública del Estado “Adolfo Suarez” el pasado día 17, contando
para ello con la siempre amena e inestimable presencia del propio
autor.
El título hace
referencia a un poema de Kavafis, que sirve de exordio a la obra, y
en la que nos avisa de por dónde va a ir la novela. En dicho poema,
el poeta heleno nos exhorta a darnos una tregua y a que otorguemos
la misma importancia al descanso que a las obligaciones,
convocándonos a que busquemos refugio “bajo
los confortables techos redentores”.
A partir de ahí asistimos a la crónica del naufragio de una
familia , muy convencional de puertas para afuera pero en el fondo
totalmente desestructurada, tutelada con mano de hierro por un padre
inflexible, militar de profesión, y a través de las voces de las
seis hermanas (o cinco, mas bien), que mientras se preparan para la
celebración del cumpleaños de una de ellas, se dejan arrastrar por
los recuerdos de su infancia, haciéndonos partícipes de sus traumas
y angustias más profundas. Construye así el autor un prisma
hexagonal de seis capítulos, cada uno narrado en primera persona
(menos uno de ellos) y a modo de monólogo interior, en el que nos
son reveladas las emociones, las fantasías, las imágenes y la
memoria de cada una de las protagonistas, con saltos asociativos en
el pensamiento y en el tiempo, muy al estilo de la gran “Juanita
Narboni”.
En una apreciación
en la que la mayoría de los miembros del CLUB DE LECTURA estuvimos
de acuerdo, fue en considerar que cada una de estas seis mujeres
darían por sí mismas para seis novelas distintas, por la
profundidad , y variedad de matices y colores que presentan estos
personajes, que resultan al lector muy cercanos y reconocibles (por
no hablar de los magníficos personajes secundarios con que se
arropan ).
El autor logra así
sacarle la “trastienda” a cada una de las protagonistas,
propiciando que estas hermanas aborden al lector con su propio un
estilo literario. Adelaida, la mayor, es una mujer de su casa, una
madre de familia, muy reiterativa y pesada en ocasiones, un fiel
reflejo de su propia madre, y cuya única preocupación es el
bienestar de los suyos, evitar por todos los medios a su alcance que
sus hijos sufran innecesariamente. Alicia, la siguiente en edad (el
patriarca de la familia es tan obseso del orden que el índice
onomástico de su prole lo tiene fijado alfabéticamente), es una
profesora de Lengua y Literatura española en el instituto Campoamor
que a toda costa quiere hacer ver a los demás que es una mujer
independiente, cuando víctima de su educación sentimental, no hace
otra cosa que estrellarse una y otra vez yendo en busca de un
concepto tan idealizado de su hombre perfecto que solo existe en el
interior de su cabeza. Amelia, química de profesión, rompe
definitivamente su dependencia de los hombres y se autoexilia a la
ciudad inglesa de Brixtol, donde trabaja en unos laboratorios, además
de colaborar en una ONG con la que pasa un tiempo en los andes
peruanos. Anastasia, en cambio, es el verso suelto de la familia, ya
desde pequeña y cuando estudiaba en la Inmaculada decidió escoger
el camino “fácil” de los robos y la delincuencia, convertida con
los años en carne de presidio. Aurora, la penúltima de las
hermanas, a pesar de ser la única que no aporta su propia voz a la
novela (no puedo desvelar sus circunstancias sin que me acusen de
spoiler),
es la más feliz de todas ellas y el nexo de unión de esta familia,
donde confluyen y se engarzan sus destinos. Por último, Azucena, la
pequeña (unos quince años menor que Adelaida), se nos muestra como
una profesional del pasotismo, inmersa en una dinámica de vida fácil
que la lleva a creerse mejor que los demás por el simple hecho de
haber participado en un “reality”
televisivo.
Estas mujeres, como
se acertó a especular en la reunión del Club y nos fue confirmado
por el propio autor, son al mismo tiempo, un trasunto de la evolución
sociológica que ha sufrido el papel de la mujer en nuestro país,
donde Azucena viene a prevenirnos sobre el tipo de sociedad plana e
insustancial a la que vamos irremisiblemente encaminados.
Asimismo, también
nos confesó Manolo Cantera que esta novela es su empeño más
ambicioso y personal, concebido como un homenaje a su madre, y por
extensión a todas las demás mujeres , con las que confiesa sentirse
en deuda. Y eso realmente se logra percibir en cada página de
“Techos redentores”, donde se rinde pleitesía a esa sabiduría
femenina y a ese instinto de supervivencia que les viene dado a las
mujeres desde la mismísima Eva.
Es a pesar de todo
una novela dura, aunque primorosamente bien escrita, y donde este
brillante creador de mundos que es Manolo Cantera, nos hace reír y
llorar de la mano de seis mujeres, que acuden a donde solemos ir
todos cuando la vida nos zarandea y nos sacude; a refugiarnos en
nuestro propio techo redentor para reponer fuerzas y poder así
lamernos las heridas.
Domingo
Nofuentes Hernández, Ceuta 18/02/2015