“Nos
vemos allá arriba” de Pierre Lemaitre
Por: Domingo Nofuentes
Hernández.
“Las
catastrofes matan a todo el mundo, las epidemias se ceban con
ancianos y niños, pero solo las guerras exterminan a los jóvenes en
número semejante”.
Con esta franca crudeza se expresa el narrador de esta
historia, de cuya mano nos adentramos en el París de la posguerra de
la Primera Guerra Mundial. En la Grande Guerre
murieron más de nueve millones de personas, cifra nunca alcanzada
antes en un conflicto armado, no es de extrañar pues, que para los
franceses, aun hoy día, continúe tendiendo un formidable impacto en
su inconsciente colectivo (en ese aspecto quizás se podría comparar
con la Guerra Civil para los españoles ).
Una
de las novelas que vio la luz al albor del centenario de la Primera
Guerra Mundial, “Nos vemos allá arriba” de Pierre Lemaitre (Ed.
Salamandra), fue la que se propuso para ser comentada en el CLUB DE
LECTURA de la Biblioteca Pública del Estado “Adolfo Suarez”, y
con ese propósito nos reunimos el pasado día 27. Esta novela fue
galardonada en 2013, nada más y nada menos, que con el premio más
prestigioso de las letras francesas, el premio Goncourt, lo que le ha
proporcionado ya más de medio millón de ejemplares vendidos en
Francia. Es uno de esos raros casos que apenas se dan en la
literatura y en la que han convergido la opinión del público y la
crítica.
Pierre
Lemaitre (París, 1951), el autor, hasta entonces desconocido, es
escritor y guionista, y debutó en la literatura en 2006, a los 56
años, con una novela negra (tiene otras cuatro novelas policíacas
más), pero ha sido con “Nos vemos allá arriba” con la obra
que se ha visto encumbrado ha ese Olimpo particular en el que se
encuentran Proust y Malraux entre otros.
El
argumento en principio no parece muy intrincado. Faltando pocos días
para que finalice la Primera Guerra Mundial, un soldado francés,
Albert Maillard, es sepultado por un obús y tras participar en una
absurda ofensiva tramada por el teniente d´Aulnay-Pradelle para
alcanzar fama y honores. Cuando ya estaba a punto de asfixiarse, un
compañero suyo, Édouard Péricourt, logra desenterrarlo, con tan
mala fortuna que un trozo de metralla lo alcanza y le desfigura
terriblemente el rostro. Édouard es un dibujante excepcional , hijo
de un todopoderoso hombre de negocios y tras la desmovilización de
las tropas se niega a reencontrase con su familia. Albert, de origen
humilde, está dispuesto a lo indecible con tal de compensar a
Édouard, a quien le debe la vida, hasta el punto de que le ayuda a
cambiar de identidad y que resulte dado por muerto. Mientras tanto,
el insidioso teniente Pradelle, conoce a la hermana de Édouard y
termina casándose con ella, obsesionado con subir a toda costa en su
estatus social. Transcurre así la novela, con esta pintoresca pareja
de exsoldados malviviendo en el inhumano París de la posguerra,
mientras el oficial se va enriqueciendo y comienza a amasar una
rápida fortuna con la construcción de cementerios en toda Francia,
exhibiendo su ausencia total de escrúpulos tanto a la hora de
exhumar los cadáveres como al emplear féretros tan pequeños y de
tan mala calidad que sus trabajadores han de cercenar los cuerpos
para que quepan en ellos. Pero Albert y Édouard encontrarán juntos
la manera de vengar su desdicha, a pesar de que el camino no les
resultará nada fácil.
Para
los miembros del CLUB DE LECTURA ha sido todo un descubrimiento esta
obra y coincidiendo de forma unánime en que se trata de una novela
colosal, de las que dejan un indeleble y grato poso en el lector. A
alguno de nosotros nos ha enganchado la trama una vez mediada la
novela, cuando los dos amigos comienzan sus peripecias, porque es en
ese preciso momento cuando comienza a avanzar a ritmo de novela de
suspense, con ese estilo tan personal que despliega el autor;
refinado a la vez que cercano, ágil y fundamentalmente, muy bien
escrito. El narrador se nos muestra como alguien próximo, que
incluso en ocasiones se dirige al lector, buscando su complicidad. La
trama, además de sostener sobre sus hombros esa profunda carga
dramática en la que se ponen de manifiesto las nefastas
consecuencias que acarrean las guerras , está salpicada de momentos
de ternura, de indignación, de ácida crítica y de humor, un humor
en ocasiones muy negro.
No
se trata de una novela histórica, como a simple vista pudiera
parecer, ni bélica; es más una novela del genero picaresco, más
emparentada con el Lazarillo de Tormes (como ha reconocido el propio
autor en alguna entrevista) y con las películas de Berlanga de lo
que en un principio cabría suponer (algunos episodios resultan muy
cercanos a ese esperpento tan nuestro y tan presente en películas
como “El Verdugo”). Es una novela que nos habla de la exclusión,
de la picaresca de baja estofa y vulgar, pero también de la de alta
alcurnia, de la hipocresía social y de las miserias humanas, de los
obscenos manejos de los poderosos y los políticos, poniendo de
manifiesto que algunas cosas, por mucho que pase el tiempo, nunca
cambian.
Se
trata de una obra que contiene multitud de lecturas, en la que se nos
hace ver, por ejemplo, que a los jóvenes que sirvieron de carne de
cañón se les puede sacar rentabilidad incluso después de
muertos, y nos mueve a ser testigos de la doble moral de una cínica
sociedad como la de aquel tiempo; obcecada en la permanente
liturgia del pasado, más empeñados en encargar monumentos a los
caídos que en ocuparse de los excombatientes, mutilados y
desahuciados que dejó la guerra tras de sí.
En
cuanto a la pintoresca galería de personajes que despliega el autor,
son de una profundidad y complejidad tal que cada uno daría para
protagonizar su propia novela. En ocasiones resultan algo
prototípicos, como ocurre con el arribista sin escrúpulos de
Predalle, un malo malísimo de manual, pero por lo general gozan de
una rica diversidad de matices. En este aspecto los dos
protagonistas principales merecen un punto y aparte; a pesar de que a
alguno de nosotros les evoca cierta analogía con la pareja formada
con Sancho y Don Quijote, son de una complejidad psicológica digna
de elogio, unidos en la desgracia y en el rencor que comparten,
resultan ser al mismo tiempo un paradigma formidable de la lealtad
más exacerbada y pura.
“Nos
vemos allá arriba”, por encima de todo, es un alegato
antibelicista, en la que el autor deja ver sin ambages el sinsentido
de las guerras, apuntando que éstas no ocurren porque sí, sino
porque obedecen a los oscuros propósitos de unos pocos que solo ven
en ellas una indecente posibilidad de negocio (no hay nada más que
recordar cómo algunas empresas se frotaban las manos ante la
reconstrucción de Irak). Por su modo tan particular de enfocar la
temática bélica, a alguno de los miembros del Club de Lectura nos
recordó esa obra de arte del cine que firmó Stanley Kubrick en 1957
llamada “Senderos de Gloria”, que interpretó espléndidamente
Kirk Douglas en el papel principal. Es, en definitiva y bajo nuestro
punto de vista, una obra maestra con mayúsculas.
En
otro orden de cosas y para redondear la jornada, tuvimos el placer de
asistir, en la Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca Pública del
Estado, a la presentación de la nueva novela de Manuel Cantera,
“Techos Redentores”, en la que plasma su gran conocimiento del
universo femenino. Este apreciado miembro del Club de Lectura y
“jubilado cascarrabias”, como a sí mismo se define, tras
deleitarnos con la “Bella Ciao” a modo de “intro” , y
conminarnos a prestar un minuto de silencio en conmemoración al
septuagésimo aniversario de la liberación del Campo de Auswicht por
parte de las tropas rusas, se dispuso a desplegar sus artes de
prestidigitador en un circo de tres pistas, cuya carpa cosió él
mismo a su medida, y que hizo las delicias de los presentes. Manolo,
gran lector y mejor escritor, incluso nos brindó, como si de un
refinado aperitivo se tratase, unos párrafos de su siguiente novela,
protagonizada por el detective Nacho Docavo (Vidrio Topacio, 2013) y
que verá la luz en los próximos meses. Precisamente “Techos
Redentores” es la propuesta del Club de Lectura para la siguiente
reunión, en la que tendremos la impagable oportunidad de vernos de
nuevo las caras con el padre de la criatura.
Ceuta, 28 de enero de 2015
Domingo Nofuentes Hernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario