“ME
LLAMO SULEIMAN” de Antonio Lozano.
Por: Domingo Nofuentes
Hernández
Por
desgracia, ya a casi nadie le resultan novedosas las imágenes de
miles de personas arriesgando sus vidas ( otras muchas perdiéndolas
sin remedio), con el único afán de poder pisar tierra europea,
convertida de la noche a la mañana en la nueva tierra prometida, y
poder así hallar un lugar seguro donde vivir. Los hemos podido ver
con todo lujo de imágenes y encuadres televisivos; hombres, mujeres
y niños, empujados por la pobreza unos, por la guerra, la opresión
y el terror otros, que se encaminan hacia una Europa indolente,
atenazada por sus miedos y contradicciones. A pesar de lo doloroso y
duro que a menudo suele ser escuchar los testimonios de los
afectados, o lo crudo de algunas de esas imágenes, resulta todo
ello, a mi modo de ver, ineludible y necesario; nunca deberíamos
cansarnos de ver el drama ajeno, porque suele ser el germen de otro
gran problema: la indiferencia.
Para
vacunarse contra ese desapego malsano resulta una herramienta
fundamental la educación, pero una educación en valores, que trate
de comprender al otro y que permita poder ponernos en su lugar. Y
eso es precisamente lo que consigue el libro que se propuso
comentar en el CLUB DE LECTURA, de la Biblioteca Pública del Estado
en Ceuta, para nuestra reunión mensual. Se trata de la novela “Me
llamo Suleiman” (Anaya, 2014) del escritor,
traductor y profesor Antonio Lozano, y que con ocasión de la
celebración del Día de África viajó hasta nuestra ciudad ,
permitiendo así que pudiéramos debatir con él los distintos
aspectos de su obra. También pudimos contar en esta reunión del
Club, con la presencia de un numeroso grupo de residentes del CETI,
alguno de los cuales ofreció sus reflexiones a los allí presentes.
Lozano,
como escritor, posee ya una larga trayectoria novelística donde
África siempre ha estado muy presente (“Harraga”,
“Donde mueren los ríos”, “El caso Sankara”, “Las cenizas
de Bagdad”, etc), y quizás se deba a que ,
según sus propias palabras, se siente una persona de las dos
orillas. Nació y vivió en Tánger, estudió Magisterio en Granada y
trabajó en Oujda y Nador. Actualmente ejerce como profesor de
francés en el Instituto Joaquín Artiles de Agüimes en Canarias.
En
“Me llamo Suleiman”,
nos narra en primera persona (lo que favorece sin duda que nos
identifiquemos con el protagonista), la historia de un adolescente
maliense que decide dejar su pueblo de Bandiagara, sus padres y
amigos para aventurarse en un penoso viaje a través del desierto del
Sahara hasta llegar a la frontera de Melilla. Allí, tras intentar
saltar la valla fronteriza, es rechazado y abandonado a su suerte por
los marroquíes en medio de la nada, en pleno desierto y en la
frontera con Argelia. A punto de morir es rescatado por unos
saharaouis, consiguiendo más tarde regresar a su país. En Bamako es
acogido por Aminata, una infatigable mujer que tutela una
organización que pretende reinsertar a los retornados. Malviviendo
gracias a extenuantes trabajos de precaria remuneración, harto de
estar rodeado de miseria, de una vida sin expectativas, se lanza de
nuevo a tratar de alcanzar su ilusión de viajar a España, pero esta
vez por la ruta del mar, embarcado en un cayuco atestado de personas
que, al igual que él, van persiguiendo su propio sueño europeo. A
través de los ojos del protagonista, somos testigos de los
diferentes motivos que ha empujado a cada uno de ellos a emprender
ese viaje, unidos en la adversidad entre golpes de mar, a pesar sus
diversas creencias, nacionalidades e incluso idiomas. Finalmente,
tras una agónica travesía de siete días, llega Suleiman a
Canarias. Allí, al ser menor de edad, es hospedado en un Centro de
Acogida y asiste a clase en un instituto donde con el tiempo logra
hacer amigos e incluso llega a enamorarse de una compañera de clase.
Al llegar a la mayoría de edad, la tozuda realidad de nuevo se
muestra con toda su crudeza, y de pronto es expulsado del Centro,
viéndose forzado a apañárselas como un “sin papeles” más,
viviendo en un diminuto piso con otros de su misma condición, hasta
que es detenido por la policía y repatriado a Mali.
El
autor nos mete de lleno, sin contemplaciones y con una lúcida
sencillez, en la piel de ese adolescente africano que ve en la
emigración el único modo de dejar atrás la miseria y el hambre que
lo rodea. Nos relata con una maestría cargada de crudeza, el
aterrador viaje que debe afrontar un inmigrante, en unas condiciones
tan penosas que a menudo a muchos les cuesta la vida, hacinados en
camiones o en cayucos en medio del mar. Lozano, nos muestra además,
con un amargo realismo, que la tragedia personal del inmigrante no
acaba cuando llega a Europa, sino que aquí han de seguir luchando
por regular su situación, por conseguir unos “papeles” que les
permitan no ser expulsados o poder eludir ser perpetuamente
condenados al invisible limbo una vida de segunda.
Antonio
Lozano, explicó en la reunión que siempre se ha sentido muy
concernido por el fenómeno de la inmigración clandestina, y que en
un momento determinado sintió la necesidad de escribir esta novela
para poner al lector en contacto con el mundo interior del emigrante,
y poder atisbar así sus más intimas motivaciones. Ha ese respecto
hay que decir que consigue totalmente que el lector pueda meterse en
la piel de Suleiman, gracias sobretodo a su sencillo y genial estilo,
que a pesar de tratar temas muy duros, logra rehuir los detalles
tremendistas, recreando el sufrimiento y dolor humano con una sagaz
sutileza que nos permite deslizarnos sobre el drama sin caer en el
morbo fácil.
Alguno
de los miembros del CLUB DE LECTURA nos interesamos por la elección
del final de la novela, ya que éste resulta verdaderamente agrio y
desasosegante, revelando el autor que lo que pretendía con ello era
redundar en la realidad que quiere mostrarnos, dado que es así como
terminan muchos de los casos reales.
A
pesar de que esta novela ha sido publicada por Anaya en una colección
juvenil, no fue pensada en su origen para los jóvenes, sino que han
sido sus importantes virtudes didácticas las que han provocado que
sea una obra muy leída y comentada en los institutos. Además de ser
una novela muy clara y directa que permite escudriñar los tópicos
que existen sobre la inmigración, también podemos encontrar en ella
las causas y las consecuencias de ese fenómeno, y sobre todo, lo más
importante, que nos invita a que sigamos haciéndonos preguntas
sobre “el otro”. Si esas preguntas sirven para generar la
reflexión y el debate entre los lectores más jóvenes, tendremos
entonces una herramienta fundamental para educar, y luchar contra los
estereotipos y las visiones sesgadas que, sobre el tema de la
inmigración, a diario nos ofrecen los medios de comunicación. En
este sentido didáctico, la novela se complementa a la perfección
con la película “14 kilómetros”
del director malagueño Gerardo Olivares, que ganó en 2007 la Espiga
de Oro en la Semana Internacional de Cine de Valladolid , y la cual
tuvimos la oportunidad de ver en la Sala de Usos Múltiples de la
Biblioteca, momentos antes de nuestro encuentro literario.
“Me
llamo Suleiman” es por tanto un libro muy necesario en los tiempos
que corren. La literatura, en este caso, nos permite abordar el tema
de la inmigración desde una perspectiva concreta, la de ese joven
que cruza medio continente en busca de un sueño que, como casi
siempre, se torna en quimera, interpelándonos además a que
tratemos de solucionar ese mutuo desconocimiento en el que vivimos
inmersos. Los europeos siempre hemos vivido de espaldas a África,
con un enorme desconocimiento, incluso en el ámbito geográfico, de
todo lo que atañe a este continente. En nuestro inconsciente
colectivo (en algunos no tan inconsciente…), aun anida las idea del
africano como salvaje al que hay que civilizar, y una vez en nuestras
ciudades se convierten en seres invisibles, hombres y mujeres a los
que difícilmente ponemos rostro. Sólo gracias a obras como ésta,
dejan de serlo, ya que gracias a ellas les ponemos nombre,
consentimos que nos cuenten sus historias y nos permite verlos como
los seres humanos que son.
No
cabe duda que la inmigración es uno de los grandes dramas
contemporáneos de la humanidad y cuyo remedio no ha de venir de la
mano solamente por la asistencia humanitaria, sino que requiere
soluciones más estructurales y de fondo en sus países de origen.
Y
mientras tanto, Europa no hace otra cosa que mirar hacia otro lado, y
amurallarse tras el grito de Ausländer
raus¡, para impedir que la fortaleza sea
asaltada por oleadas de nuevos bárbaros, enemigos llegados para
destruirnos o para vivir a nuestras expensas.
(
Ya sabemos que las vallas más difíciles de saltar son siempre las
que erige la incomprensión y la indolencia).
Domingo
Nofuentes Hdez. (Mayo, 2016)
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