COLABORACION
CLUB DE LECTURA
“PATRIA” de Fernando Aramburu.
Por: Domingo Nofuentes
Hernández.
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que
asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no
merezcamos existir”, esa es una de las reflexiones que nos brinda
el ya fallecido escritor José Saramago en su libro “Cuadernos
de Lanzarote”, una consideración que por
desgracia se desoye de continuo en un país como el nuestro. Es un
hecho que, antropológicamente nos diferenciamos de otras especies
por nuestra capacidad de aprendizaje, lo que está íntimamente
conectado con nuestra memoria. Pero hay otra faceta en nosotros, la
que nos viene dada como animales políticos que somos, que
necesitaría ser revisada con urgencia: nuestra flagrante e
interesada facilidad para olvidar. Como sociedad, ya sea por
comodidad o por pura conveniencia, constantemente ponemos en marcha
mecanismos cuyo único fin no es otro que consumar toda una política
de desmemoria y ponerla al servicio de unos pocos intereses
partidistas.
Es
en ese punto, donde la literatura se puede convertir en una magnífica
herramienta que nos permita ver, sentir y reflexionar por nosotros
mismos sobre hechos de nuestra historia común, para tratar así de
luchar contra el ominoso silencio que supone el olvido. Una
novela puede ser muchas cosas. Un contenedor donde caben la
imaginación, el ensayo, el testimonio, los recuerdos. Pero también
es una manera de ordenar el caos, de luchar contra la desmemoria. O
por los menos así parece que ha sido para el escritor Fernando
Aramburu (San Sebastián, 1959) en su última novela “PATRIA”
(Tusquets),
libro que ha sido propuesto para ser comentado en
el CLUB DE LECTURA de la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta para
nuestra reunión mensual. A través de esta obra, logramos
adentrarnos en al alma de dos familias en el País Vasco, en los años
del horror terrorista: dos
hombres, dos mujeres y sus cinco hijos, unidos por una prolongada
amistad que se rompe el día en que a uno de ellos, empresario, se le
exige el pago del impuesto revolucionario, el día en que uno de los
hijos del amigo íntimo entra a formar parte de la organización
terrorista ETA. La ruptura de esta amistad acaba convirtiéndose en
símbolo de la fractura de un pueblo; unos, víctimas absolutamente
inocentes; los otros, sus asesinos y sus cómplices. De un lado
tenemos a Bittori, la mujer de Txato, un
hombre humilde metido a gerente de una pequeña empresa de
transportes al que en un momento dado ETA envía una carta
exigiéndole el pago de una cantidad de dinero. Bittori es una mujer
sencilla, poco ilustrada, muy religiosa y en ocasiones casi beata.
Del otro lado está Miren, la madre del etarra, del miembro de ETA
que participa en el asesinato de Txato. Ambas hablan con sus
fantasmas interiores de manera muy directa; Bittori con su marido
muerto (al modo de “Cinco horas con Mario” de Delibes) , Miren
con San Ignacio de Loyola, pero a pesar de que se parecen mucho en su
estructura mental terminaran por convertirse en dos polos
completamente opuestos.
Como
ocurre necesariamente en el seno de las reuniones del CLUB DE
LECTURA, las opiniones sobre la novela fueron tan heterogéneas como
en el fondo lo somos cada uno de sus lectores, lo que sin duda, es
muy de agradecer, ya que de ese modo siempre las conversaciones y el
debate son mucho más ricos en matices. Mientras que para algunos de
nosotros se trata de una novela farragosa de leer, escrita en un
lenguaje demasiado escueto, desprovisto de matices verdaderamente
literarios, y cuya popularidad
y éxito de ventas podría achacarse a los subterfugios mercantiles
del mundo editorial, para otros (entre los que me incluyo) ha
supuesto el encuentro con una gran novela, que se puede leer como un
relato de ficción acerca de una historia real, en gran parte debido
a que el autor ha sabido ponerse en la situación de los distintos
actores que intervienen, pero que sobretodo, resulta un relato sobre
las víctimas y la incesante victimización a la que son sometidas.
Ofrece esta obra asimismo, muchos niveles de lectura, en los que el
autor trata multitud de temas transversales, como el papel de la
iglesia en el conflicto vasco, la tupida trama de control, extorsión
y opresión a la que estaba sometidos las personas que no comulgaban
con el ideario abertzale, la angustia que supone pasar toda una
vida en la cárcel (Aramburu nos esboza a unos “malos” que son
vulnerables, y a la vez responsables de su propia destrucción), etc.
Pero por encima de todo podemos encontrar entre sus páginas una
firme y constante llamada a la reflexión
sobre la insensata costumbre de los seres humanos de creer que
asesinando a los adversarios políticos se resuelven los problemas.
Como
advertía Albert Camus en su ensayo “ El
mito de Sísifo” , cualquier tipo de
terrorismo tiene una única raíz: el fanatismo, esa forma de
ceguera ideológica y depravación moral que ha hecho correr tanta
sangre e injusticia a lo largo de la Historia. Así pues, en
“PATRIA”, ese
fanatismo rezuma por todos lados, desde cómo se dirige hacia los
jóvenes simpatizantes del bando etarra arrastrados al asesinato por
absurdas consignas (los jóvenes son siempre los eslabones más
débiles de la cadena), pasando por la sistemática tergiversación
de la realidad, hasta el modo en que ese fanatismo es tan intenso que
quiebra uno de los lazos más fuertes que es capaz de tejer el ser
humano; la amistad que existe entre las dos familias protagonistas.
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