SOBRE MICRORRELATOS: Marigel Sánchez Caravaca
Al parecer, está abierto el debate sobre si el microrrelato es un genero que merezca la pena tener en cuenta a la hora de leer o escribir. Así que os voy a dejar por aquí mi opinión.
Este verano, en un comentario que colgué en las redes, me atreví a definirme como “lectora compulsiva y escritora incipiente”, o algo así.
Como lectora, mis primeros libros fueron las novelas juveniles que ahora están repartidas por las casas de verano de toda la familia. Luego, al heredar la biblioteca de mi suegro, devoré casi todos los novelones españoles del XIX, Blasco Ibáñez, Galdós, Pereda, Valera, y también del ruso Tolstoi. En cuanto a escritura, primero rellene un diario de esos con llave y luego pase a un cuaderno de impresiones o reflexiones, antes de intentar escribir sobre mis recuerdos y vivencias.
Ahora, después de los dos cursos de microrrelatos en los que he participado, gracias a la biblioteca, yo diría que he mejorado mucho mi escritura y avanzado también como lectora.
Y es que, en esta nueva modalidad literaria, hay que aprender a usar el lenguaje con mucha precisión e idear estructuras que atrapen y sorprendan al lector. Creo que se trata de un genero muy exigente pero muy eficaz para mejorar la creatividad y la capacidad critica.
En definitiva, y continuando con la idea del debate, mi opinión es muy positiva.
SOBRE MICRORRELATOS: Pedro Roldán Perea
Con él he aprendido a ser escueto.
SOBRE MICRORRELATOS: María del Carmen Rodríguez
Es evidente que el microrrelato está cada vez más en auge. A mí siempre me ha gustado este género, será porque me entusiasma que, tanto en literatura como en cine o teatro, el autor le dé cancha al que recibe su obra.
Intento leer de todo, con excepciones; evito la mayoría de la novela histórica que nos inunda.
En nuestra tertulia tenemos el honor de contar con una autora de microrrelatos, Margarita del Brezo, que lleva cosechados muchos premios, fruto de su talento y su trabajo. Pero yo desconocía cómo se construye este género. He aprendido la teoría gracias a Ginés S. Cutillas, que nos la explicó en una tarde de forma amena y magistral. Comprendí la perfecta maquinaria que tiene que utilizar el escritor para crear una ficción que requiera la complicidad del lector, cuya tarea es descubrir lo que falta.
Este taller ha sido una experiencia deliciosa. Muchas gracias a nuestra Biblioteca por tan excelente idea.
SOBRE MICRORRELATOS: Rosa Ramón García
Me gusta pasar el dedo por el lomo de los libros. Giro la cabeza levemente hacia la izquierda o la derecha, según el sentido en que esté escrito el título de la novela que va señalando mi dedo índice. Apenas si me detengo donde pone Relatos...
Desde siempre he leído novela larga, de doscientas, trescientas páginas… (quizá era también lo que había), sobre todo cuando voy de vacaciones, antes de las cuales paso demasiado tiempo eligiendo libro, mejor dicho, descartando. Me llevo conmigo a unos personajes con los que he decidido compartir mis días de descanso, aunque sus vidas sean tristes, estén atravesando un mal momento, sean felices en sus vidas de papel o tengan entre manos un conflicto, un asunto que resolver, porque durante este tiempo, y los demás que paso en mi casa con ellos, puede decirse que casi forman parte de mi familia, y si no de ella, de mi vivir cotidiano.
Mi dedo, hasta ahora, tampoco se ha detenido en un libro que lleve por título Microrrelatos, pienso que se me harían muy cortos, y además tendría que viajar con demasiados, demasiadas tramas, demasiado en qué pensar.
En mi elección entra otro detalle importante para mi. Suelo leer las primeras líneas para ver el tono, la voz, la forma ... (¿se dice así?) en qué está escrita la novela, y debo decir que si está escrita en primera persona, a veces me la llevo, sin pensar mucho, porque es la voz narrativa que más me gusta.
Soy consciente de que mi elección o simpatías literarias se deben en gran medida a que este género es tan nuevo, al menos para mí, que no me ha dado tiempo a conocerlo o entenderlo o saborearlo. Yo no tengo prisa cuando leo, no quiero que se acabe mi lectura sobre todo cuando disfruto de un paisaje, de un sentimiento o de un misterio.
No sé si las historias de los cronopios y las famas son microrrelatos. ¡Hace tanto tiempo que las leí! sin embargo, guardo muy buen recuerdo de ellos, pero como leí a Cortázar de seguido, a quien nunca olvidé fue a la Maga, con su paraguas en el autobús, y la emotiva carta a su bebé Rocamadour (¿puede un microrrelato hacerme sentir toda la emoción que sentí entonces?). También recuerdo con mucha simpatía a Varguitas, enamorado de la tía Julia, pues estas lecturas son del mismo tiempo. Me leí de corrido toda la literatura del boom latinoamericano.
En estos días que me he puesto a leer estos textos mínimos (en palabras, que no en contenido, lo sé) y reflexionar sobre ellos, estoy pensando si es que no han existido desde siempre y reafirman la veracidad de aquellas expresiones o dichos populares tales como lo lo bueno si breve ..., a buen entendedor …
En este sentido, no me resisto a contar brevemente, cual microrrelato (o no, según se entiendan estos), la anécdota o leyenda que corre por ahí en la que el Cardenal Mazario (1602-1661), político francés, acepta tener una audiencia con un mendigo, pero con una condición: que le plantee lo que quiera con sólo dos palabras. El mendigo (pobre, pero listo) le dice hambre, frío. El cardenal, dirigiéndose a su secretario y refiriéndose al mendigo le dice a aquel comida, ropa.
Aunque no he acabado de asimilar del todo los microrrelatos, después de nuestros dos talleres, el primero con María Jesús Fuentes, y este último con Jesús Cutillas, me he acercado de otra manera a ellos, y seguiré haciéndolo. Quizá la próxima vez que tenga que coger el autobús o un taxi, me decida a llevarlos conmigo.
Descubrí hace muy poco el microrrelato con el curso de Mª Jesús Fuentes y desde entonces me he atrevido a escribir algunos. Después de asistir al taller de Ginés , descubrí que nada de lo que había escrito hasta ahora reunía los requisitos que debe tener un microrrelato. Al parecer, eran solo textos cortos donde existía una historia A, pero no una historia B, que es la que debe descifrar el lector. En mis textos, no había nada que descubrir, ni que descifrar ya que todo lo que describía y sentía estaba explícito en el relato.
Comparto con Ramón Galindo que cuando leo, necesito un texto que me conmueva con sus adjetivos, adverbios y recursos literarios, con sus amplias descripciones, narraciones y percepciones del momento, es decir, una lectura que me haga vibrar. No quiero deducir y estrujarme el cerebro para adivinar el mensaje que el autor ha querido dar en la historia B.
Seguiré escribiendo todo aquello que me sirva para expresar todo lo que siento y saque fuera lo que quiero trasmitir, aunque sea en pocas palabras. No sé si serán microrrelatos, textos cortos, crónicas o artículos de opinión.
SOBRE MICRORRELATOS: Jesús Canca
En los últimos años, como por arte del azar, y sin venir a cuento, he
descubierto el microrrelato; que tiene mucho que ver con aquello de la brevedad
y el ingenio que decía Shakespeare. Un género que ha irrumpido con tanta fuerza
en el panorama literario reciente, y dada su innegable repercusión, que tengo
claro una cosa: ni es una moda pasajera ni una flor de un día, sino que ha
llegado para quedarse.
Siempre he leído mucho. Por razones académicas y para matar el tiempo (aunque
yo no fuera consciente que, en verdad, el tiempo invertido en la lectura me
estaba enriqueciendo). Y un día, entre lecturas y lecturas, me tropecé con ese
poeta inglés durante mis años universitarios, de quien descubrí que “La brevedad es el alma del ingenio”.
Yo, a decir verdad, no sé si seré
ingenioso, pero sí sé que soy exigente. En todo. Y en la lectura también. Me
gusta leer. Y no me limito a un solo género. Toco todos los palos, aunque he de
confesar que me decanto por la novela y el relato, entre todos ellos.
Sí. Soy exigente y selectivo. Y como lector mucho más. No me gusta
cualquier artefacto escrito. Ese, a mi parecer, es justamente el motivo por el
que muchos lectores rechazan el género del microrrelato, tan en boga en
nuestros días. Porque es demasiado exigente con el lector. Está claro que para
que el micro funcione el lector ha de poner mucho de su parte. Mucho más que en
la novela o en el relato, donde los personajes y los ambientes vienen ya
desarrollados por el escritor. Sin embargo, en el micro el lector juega un
papel tan activo como decisivo, porque es él quien tiene que desarrollarlos,
con todo lo que el escritor le sugiere o insinúa a través de las palabras meticulosamente
seleccionadas que conforman el cuerpo del texto.
En los micros la descripción de los personajes y de los ambientes no tiene
cabida. No hay tiempo ni espacio para ello. La descripción de los personajes va
adosada a la acción que estos realizan. De ahí aquello de… “por sus acciones
los conoceremos”. El escritor tiene que decidir escrupulosamente qué interesa
más en su propuesta creativa y ha de desestimar aquello que considera
superfluo. “Apartar todo aquello que no aporta”, podría ser el lema. Porque en
el micro todo juega su papel y todo tiene su razón de ser: el título, la frase
de arranque, la frase final, los signos de puntuación, la exquisitez del
lenguaje y su economía.
Para mí, el escritor de microrrelatos prepara su coctelera antes de empezar
y le añade todos los ingredientes necesarios: narratividad, concisión, elipsis,
precisión, trama paradójica y sorprendente, brevedad, prosa y un conflicto
donde el personaje sale de la historia de manera diferente a la que entró, para así poder obtener esas
preciadas “píldoras literarias”.
El microrrelato “nace de la urgencia
de contar en pocas líneas algo transcendental”, como dice Ginés S. Cutillas,
y se le considera el hermano menor de la novela y el relato. Se trata de un
nuevo género que no da de lado a los demás, sino que bebe de todos ellos a
pequeños sorbos: disfruta del ritmo de la poesía, del humor de la greguería, de
la rotundidad del aforismo, de la precisión de los buenos relatos y, por
supuesto, de los grandes temas de la novela.
Y hablando de novelas. Yo a lo largo de los años, como lector, he leído novelas
y relatos de grandes escritores como García Márquez, Cortázar, Voltaire,
Chéjov, Kafka, Borges, Monterroso, J.J. Millás, Ana Mª Matute o Benedetti
(entre otros muchos). Hoy también he descubierto microrrelatos de todos ellos,
altamente recomendables para todos aquellos lectores que agradecen, además de
textos de calidad, las bondades de la brevedad.
Y eso es lo que achaco a muchas novelas. Porque como dice Juan José Millás
(en uno de sus célebres microrrelatos, por cierto) “Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta
la página 50 o la 60”. ¿No os pasa a
vosotros también que a veces da la sensación de que el escritor se pitorrea del
lector, haciéndole leer páginas y más páginas que no aportan nada, contándole
lo mismo que podría haber hecho en un solo párrafo? En el micro eso no ocurre.
Imposible. No hay tiempo para ello. Ni espacio. Porque ni el escritor puede
permitirse el lujo de gastar espacio ni el lector tiene tiempo que perder.
El tiempo. Sí, el tiempo. Esa ha sido la clave del
boom del microrrelato, en mi opinión. Los tiempos están cambiando. Para todos y
en todo. Y en la literatura también. Hoy en día, algunos lectores, entre los
que yo me incluyo, sin desestimar la novela o el relato, agradecemos
narraciones más breves que nos permitan compaginar su lectura con otras tareas.
El gusto por la literatura concentrada en pequeñas dosis no tiene precio. Y
tampoco podemos olvidar, como punto a favor, su fácil, cómoda y rápida
accesibilidad en la era digital en la que estamos inmersos.
Para mí, leer un micro supone un juego. Un juego serio en el que el lector
ha de hacer frente al reto que le plantea el escritor, descifrando el mensaje
oculto tras el título y el cuerpo que forman el texto. Porque, tal y como
argumentó Ginés S. Cutillas en el Taller de Microrrelatos, no solo se trata de
ver el plano A de la historia a
través de una lectura literal del texto, sino que (y ahí está el quid de la
cuestión) hemos de ser capaces, sobre todo, de desentrañar el plano B de la misma, leyendo entre
líneas, para solucionar el acertijo que se propone. Y justamente ahí está la
gracia del juego. ¿Te atreves? ¿Jugamos?
SOBRE MICRORRELATOS: Ramón Galindo Morales
Pertenezco, como lector, a unas cultura de la novela, corta o novelón, también del relato y del cuento, del ensayo; al micro relato aún no le he tomado el pulso… No tengo nada en su contra, no me ha hecho nada, pero, hasta ahora, no me ha dado nada, o muy poco; sin embargo, la novela, sin duda mi género literario preferido, me ha dado y me sigue dando, mucho, muchísimo, a lo largo de toda mi vida; creo que no podría vivir sin estar leyendo una novela, un libro de relatos, de cuentos…
Me
gusta que se describan y se caractericen extensamente a los personajes,
ambientes, paisajes, contextos… que se tejan bien las tramas, los giros, los
finales, abiertos o cerrados…
La
lectura es un refugio, necesito entrar en ella todos los días, prácticamente
desde que tengo uso de razón; en función del estado anímico, del desarrollo de
los días, necesito distintos tipos de refugio, más o menos frondosos,
laberínticos, espesos… (sí, ya sé que los “adjetivos pesan”, pero yo los
agradezco, al igual que los sustantivos, los verbos y adverbios…). También
encuentro en la novela un “manual de estudio”, en el que aprendo, en el que me
miro, en el que busco respuestas, preguntas, explicaciones, consuelo, ayuda… En
mi escasa relación con los micros relatos, me cuesta encontrar en ellos lo que
hallo en las novelas… Agradezco que Julio Verne, Walter Scott, Daniel Defoe,
Luigi Motta, Emilio Salgari, Karl May o Enid Blyton, que me ayudaron a crecer y
a formarme como lector, no escribieran micro relatos… “De mayor”, le agradezco
lo mismo a Galdós, Baroja, Unamuno, Martín Gaite, Almudena Grandes o Dolores
Redondo.
Por
deformación profesional, al pertenecer al “mundo académico”, estoy muy cansado
de requisitos, número de caracteres, extensiones, síntesis y resúmenes
limitados, palabras clave, estándares, rúbricas… sin duda necesarios en ese
mundo, pero que, trasladados a la creación literaria, pueden coartar la creatividad,
la frescura de un texto, sus posibilidades de comunicación, de empatizar…
Como
“escritor”, en el ámbito literario, escribo, básicamente, para mí, para
intentar comprenderme, explicarme, justificarme, relajarme, para hacer aflorar
sentimientos, sensaciones… para eso, necesito muchas palabras, frases, párrafos
y párrafos, sin límites, sin requisitos… no sé escribir de otra manera…
Sobre
el reciente taller, fui más por curiosidad que por convicción, como una
actividad más para romper con el trabajo diario, para relacionarme con personas
ajenas a mi día a día, para ver otras caras, para oír otras voces… por lo mismo
que voy a las reuniones de las tertulias literarias, para aprender… y aprendo,
también del taller, en el que aprendí, no solo a escribir micro relatos, sino a
escribir mejor y, también, para ser mejor lector, abrirme a nuevos formatos.
Creo que este tipo de talleres es un signo de nuestro tiempo, de las sociedades
ociosas, del bienestar, de personas que, afortunadamente, tienen y quieren
(tenemos y queremos) tiempo para ello.
Termino,
seguro que estaré muy de acuerdo con lo escrito por Jesús, aprenderé y
disfrutaré mucho leyéndolo… aunque sea breve….