COMPARTIENDO
MEMORIAS
“EL
PORVENIR DEL OLVIDO. SAGA DE UNA FAMILIA SEFARDÍ”
“La Tía Tula
vivió noventa y tres hermosos y bellos años, porque ella puso esos
adjetivos a las fechas del calendario de todas sus horas sobre esta
tierra” (pgna. 7)
La
novela de Ángel Castro, “El porvenir del olvido. Saga de una
familia sefardí”, es muy buen ejemplo, literario, del pasado
que tenemos presente, de la importancia y el valor de la memoria en
su lucha contra el olvido, sea éste provocado, interesado o natural.
A
través de la construcción y evolución de una familia judía, desde
comienzos del siglo XX hasta la actualidad, se trata, también de la
configuración urbana, social, cultural, económica y política de
una ciudad, Melilla, “espacio-frontera” entre muchas cosas y
paradigma, por distintos motivos, de lugares para la memoria, ese
pasado que tenemos a nuestro alrededor y que van adquiriendo
distintos significados a lo largo de la novela, que podemos
considerar como una crónica de la historia reciente de la ciudad.
El
compromiso del autor con su ciudad, con distintos lugares, tiempos y
protagonistas que han ido configurándola, es manifiesto a lo largo
de toda la novela. A los que, como es mi caso, conocemos Melilla, la
hemos ido aprendiendo y apreciando cada vez más y más a lo largo de
distintas visitas, la novela puede servirnos para comprenderla mejor,
compartir una cierta complicidad con ella y humanizar distintos
lugares que, a la luz de la lectura, adquieren nuevos significados.
Aún
cuando los hechos históricos no son el eje fundamental de la novela,
sus referencias sirven para ayudarnos a movernos por el tiempo,
apreciando la evolución de distintos lugares, personajes,
comportamientos, relaciones sociales y familiares, actitudes y,
especialmente, usos amorosos, la liturgia del amor, eje importante a
lo largo de toda la narración, que va evolucionando con el
desarrollo socio-cultural, desde la manifestación contenida y
convencional del amor en Jayim y Estrella, al comienzo de la obra,
hasta la eclosión pasional de David (descendiente del primero y
relator de la historia) y Marina.
No soy
judío y, por tanto, con poca autoridad puedo decirlo, pero, desde
fuera de esta comunidad, creo que el autor ha sabido caracterizar muy
bien aspectos de su modo de vida. Esta comunidad, tanto en Melilla,
escenario de la novela, como en la ciudad desde la que escribo y leo,
Ceuta, tienen una gran importancia en nuestra historia reciente, es
muy difícil entender el desarrollo de estas ciudades sin tomar en
consideración la aportación judía.
La
caracterización de los personajes merece una atención especial. Son
muchos, con distinta relevancia, los que transitan por sus páginas,
por lugares y tiempos melillenses, a modo de novela coral; personajes
que se van haciendo entrañables, guiados magistralmente por el
autor, que los mima con su escritura, y por el lector, que los va
haciendo un poco suyos. Historias sensibles sin caer en la
sensiblería, afectos y emociones que pueden despertar sanas envidias
en quien lee; me gustaría detenerme en Ismael Pinto, ejemplo de un
tipo ciudadano de la Melilla (o Ceuta) de la primera mitad del siglo
XX, con un pasado oscuro del que huye, emigrante “forzoso” desde
el sur peninsular, que vive, al principio de manera forzada, pero
después se arraiga, con gusto, en la ciudad. Este colectivo, el de
los inmigrantes peninsulares, especialmente de las provincias
andaluzas vecinas (Cádiz y Málaga, fundamentalmente), también son
imprescindibles para comprender nuestras ciudades, en un tiempo en el
que el Protectorado español en el norte de Marruecos atrajo a
numerosas personas buscando prosperidad. Un siglo después, el viaje
se hace en sentido inverso, los inmigrantes nos llegan desde el
Magreb y el África subsahariana y muchos melillenses y ceutíes se
marchan a la península y a otros países europeos, buscando esa
prosperidad que antaño aquí encontraron sus ascendientes. La
deformación profesional me lleva a destacar la figura de Don José
Delgado, maestro, que vive junto a sus hermanas, muy bien
caracterizado por el autor, también docente, como una figura
entrañable, referente social, honesto, humilde, educado, culto,
solidario y comprometido con su entorno, austero y generoso…. Un
buen canto a la profesión.
Son
muchos los espacios melillenses en los que se desarrolla la novela,
convirtiéndolos, el autor, en “lugares para la memoria”, quiero
destacar uno, “El café La Peña”, lugar de encuentro y reunión
de personas progresistas, destruido tras el golpe de estado de 1936 y
en cuyo lugar se erigió un monumento franquista, que aún hoy
persiste, a los “héroes de España”, en una plaza del mismo
nombre, ¿aplicará el nuevo gobierno de la ciudad, recientemente
constituido, la Ley de Memoria histórica?
Sin
ser pretensión fundamental, la novela posibilita conocer y
comprender aspectos básicos de la ciudad, la actual y, sobre todo,
la que ha ido configurándose a lo largo del siglo XX y lo que
llevamos del XXI, en definitiva, en gran medida, somos lo que fuimos.
Así, encontramos en sus páginas reflexiones muy interesantes y
acertadas sobre Melilla, su pasado, presente y futuro, la integración
de la población de origen rifeño, la reorientación económica, la
adaptación a la nueva situación geopolítica, las relaciones con el
entorno marroquí, la mirada al monte Gurugú y a ese mar que la
envuelve y del que no se ve el fin….
La
nostalgia y la melancolía se van haciendo presentes a lo largo de la
novela, dependiendo, su grado de importancia, de quien lee. No es
aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí la
importancia de recordarlo, valorarlo y aprender de él.
Melilla
debe sentirse orgullosa de tener una novela como esta, que ayuda a
quererla más, a conocerla, a profundizar en ella…. Hay que
agradecer a su autor, Ángel Castro, su compromiso con su ciudad, el
regalo que nos hace y animarlo a que siga escribiendo, narrando
historias e implicando, tan bien como con ésta, a lectores.
En el
club de lectura de la Biblioteca pública de Ceuta se ha leído la
novela en dos ocasiones, la segunda muy recientemente, teniendo la
oportunidad de realizar un doble encuentro con el autor, el primero
en Ceuta, y algunos días después, en Melilla, visitando y
recreando, junto a él, distintos escenarios de la novela, todo un
privilegio y un placer para los sentidos.
Ramón Galindo Morales. Profesor de la Universidad de Granada (Campus de Ceuta). Miembro del Instituto de Estudios Ceutíes
No hay comentarios:
Publicar un comentario